Mar19032024

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Nos vamos de pubs (1ª Parte)

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ArtesEl recuerdo de los pubs de Torrelavega, mantiene una evolución histórica como la de los sistemas operativos y los de telefonía. Es decir, evolucionan generacionalmente.
En una primera generación 1.1, y como por generación espontánea, el "Pub a Gogó" con nuestro amigo Paco eternamente al frente, siempre presidiendo la idea. Estoy seguro que a efectos estadísticos y de rigor histórico, el "Pub a Gogó" debiera haber recibido, sin duda, la calificación de "prototipo". Cuando Dios inventó El Pub, creó el Gogó. Y seguro que fue la víspera del séptimo día... (por la noche).

Afortunadamente, uno puede presumir de haber nacido más tarde que el Pub a Gogó, que comenzó su andadura el día 4 de Enero de 1961, y se mantuvo siempre abierto hasta que Paco felizmente recibió su merecida jubilación, entrado ya el nuevo siglo. Tan íntimamente vivió ligado Paco a su Pub que siempre se le conoció, y aún hoy es así, como "Paco Gogó".

Compartieron tiempos de "Primera Generación", el Pub Lords en la Inmobiliaria, creado por "Manolo Gaviota", apodo este que recibió de su posterior Pub "La Gaviota", al que tan solo separaba del Gogó, la vuelta de la esquina en la Plaza del Grano. Posteriormente, "Manolo Gaviota" junto con Tino Cacho, abrieron el Pub El Jardín donde alojaron ese estilo limpio y blanco que recreaba la alegría de la luz mediterránea de Ibiza, destino este que en aquel momento estaba constituyendo un emblema de la libertad y de la modernidad. En este local tengo yo la primera noción de "ir a un pub", y recuerdo los precios perfectamente: los refrescos 75 pesetas y los combinados 125 con Larios y 150 con Gondon´s.

Pero nosotros éramos muy niños y solo sabíamos de aquellos lugares lo que intuíamos a través de sus puertas entreabiertas. Creo que lo que la imaginación nos hacía ver entonces (intuir, mejor dicho) es irreproducible ahora mismo, especialmente porque seguro que no era cierto. La conjunción del nuevo concepto de "Pub" sin haber transitado aún perfectamente desde su origen como "Club", aquella puerta entreabierta ocultando la oscuridad, y la mente en plena ebullición de chavales de doce años, nos causaba una atracción especial que nos obligaba diariamente a asomarnos por aquel hueco para ver lo que no era, e imaginar lo que ni tan siquiera parecía.

El Anticuario fue el Pub que dio el tránsito a la segunda generación, pero sería difícil, muy difícil, determinar si era un Pub versión 1.2 o 2.1... Lo que es cierto, es que desde la Plazuela de San Bartolomé, el Pub El Anticuario de la mano de los hermanos Peña llenó años y años, de tardes de copas y café (la presencia del café era algo novedoso en los pubs), y muchas horas también de música en vivo. Los amantes de la música en vivo entre los que me encuentro, tenemos mucho que agradecer al Pub El Anticuario, posteriormente al Bohemios durante la etapa en que lo explotó Felipe, y al Pub Charlot donde al principio de los años 80´ vino a actuar Joaquín Sabina cuando aún pisaba el suelo sin tocar la gloria. Se cuenta por ahí que fiel a su vida de crápula, Joaquín cerraba las noches del Anticuario.

Y así nació la segunda generación, que llegó a Torrelavega directamente desde Madrid y de la mano de un gran hostelero de Torrelavega y de Suances: Marcelo Fernández. Primeramente con el Pub Zapatos, en la Plaza del Grano junto con su socio Pedro Ansorena y un poco después con el Pub Mosaico, cuya decoración fue realmente impactante para todos nosotros. Fue en el Mosaico donde mi generación comenzó a hacer "vida de pub", entre plato y plato de patatas fritas con ketchup y mayonesa de "El Kontiki". Es curioso ver como El Kontiki se ha colado en este recuerdo, con la misma humildad que se colaba en nuestras tardes de juventud. El Kontiki y sus patatas, El Riojano y sus cacahuetes, El Cosechero y sus relojes, y el Español y "sus tardes de progresía"... fueron testigos de la transición desde los bares "de siempre" a los novedosos pubs cargados de marcha, watios y movida.

Desde este papel me doy cuenta de cuánto tiempo empleamos en disfrutar de aquellos puntos de música, de charla, de movida recién inventada y de evolución en nuestras vidas. Tanto tiempo empleamos, que por primera vez en mis entregas, he tenido que volver al título y escribir un "1ª Parte" sin saber cuántas habrá, porque quedan muchas generaciones de pubs y de tardes de fiesta que recordar.

(Gracias por la idea, Susana)

El Soraya

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SorayaTodos los que con mucho orgullo calzamos una edad entre los 52 y los 65 años sabemos que el Soraya, tenía una bola como la de la fotografía.

El Soraya fue hasta el verano del año 1.978 lo que entonces se llamaba "un club de parejas", cuando aún un club era un club; sin apellidos. Pero su dueño, Vicente, decidió aquel verano darle otra vida y convertirlo en otra cosa; sin saber muy bien cual era esa cosa. Fue pionero de aquella aventura mi hermano, y con él otros protagonistas en los siguientes veranos. Me encantaría poner nombre a todos los personajes de esta historia pero la privacidad ha cambiado mucho desde entonces ahora. Me da igual. Los que vivimos "aquellos maravillosos años" sabemos quienes fueron.

El Soraya marcó un hito en los veranos de Suances. Esos miércoles suancinos que la juventud ha celebrado y en torno a los cuales se han reunido varias generaciones, se inventaron en los veranos del 78 y 79. Entonces, mi hermano Iñaki y Quique, organizaron los "Jueves del Soraya". El más potente era el de disfraces, donde las familias enteras se agolpaban en las aceras de lo que hoy es el paseo (entonces Los Pinares), para ver pasar a los disfrazados. Era un acontecimiento y tenía unos premios en metálico que hoy serían impensables. También estaba la fiesta de blanco, emulando aquellas noches que habían nacido en Ibiza a la sombra del "jiperío".

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El primer beso

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PrimerBeso

Podría llenar esta entrega de tópicos. El sabor del primer beso, las hormigas en el estómago, escondiéndonos en un portal... pero como el lector puede observar, parece que tan solo buscamos el título de una película de Summers, de un libro de Martín Vigil, o de una canción de Los Pecos.

Y es que en realidad la vida salía al encuentro. O quizá mejor... nos encontrábamos con la vida, porque era ella la que nos asaltaba cada día con una novedad, y aquel día especialmente, cuando descubrimos a "las chavalas" (el autor solicita la licencia para que el término "las chavalas" sea leído en su contexto, y no pueda ser tachado ni de ordinario, ni de machista).

Mi primer recuerdo de "las chavalas" se ubicaba temporalmente en los doce años, y espacialmente en la Plaza Mayor. Se trataba de jugar al "pescar" y quedarse a vigilar. Digamos que se producía el primer contacto con la solidaridad masculina, y se trazaba un perfecto plan para que "la chavala" fuera pescada mientras que el sujeto activo cumplía su turno de vigilar. El resto del equipo masculino, demoraría en la medida de lo posible, el hacer una nueva prisionera. Digamos que se trataba de una gestión bélica de la intimidad.

A partir de ahí, descubrías quizá todo lo más inocente de la relación entre un hombre y una mujer. Como miraba, como sonreía, como se explicaba... Y te fascinaba. Hasta entonces solo te habías sentido fascinado por las historias de tus amigos más mayores, por alguna bicicleta, o por alguna película... Ahora, te fascinaba una mirada, una sonrisa o un gesto. ¿Qué me está pasando?

El siguiente salto, tenía que ser "el-pri-mer-be-so"... y eso, en Torrelavega, y mediados los años 70', pasaba necesariamente en el parque. El Parque de Don Manuel Barquín, tenía dos zonas perfectamente diferenciadas: la que limitaba con el parque infantil, y la que estaba presidida por el busto de... curioso, nunca supe quien era la persona representada en ese busto. Bueno, llamémosla la "zona del primer beso". Más oscura, más íntima, menos vigilada...

El primer beso era el banderazo de salida. Digamos que constituía una licencia tácita para poder acceder al mundo del ligoteo. Acababas de ser gratificado con un papel en el nuevo capítulo que empezaba en tu vida.

Era importante poder contarlo. Aunque el propósito era firme de solo contárselo a los que eran tus mejores amigos, y aún a pesar de habérselo prometido a la protagonista femenina, al final se lo contabas a todo el que podías, porque era un valor adquirido en tu vida del que necesariamente tenías que presumir. Del conjunto de personas que configura el concepto "todo el que podías", por supuesto, extraías a tus padres, ya que un inexplicable pudor, probablemente fruto de nuestra educación, impedía de raíz, hablar con tus padres de tus amoríos, y más aún de la constatación de tu primer beso.

Al legar al Bachillerato, entonces BUP, y en conexión con la instrumentación de los recursos financieros de los viajes de estudios, aparecía un nuevo hábitat para el desarrollo de las artes del ligoteo: las discotecas. Horas y horas en el Saja, en el Regio, en el Matius, y en el local de la OJE y sus fiestas. También la Sala Altamira.

Horas y horas esperando aquel momento mágico, en que se "bajaban las luces", y empezaba a sonar "Stay" de Jackson Brown, "El Jardín Prohibido" de Sandro Giacobe o "Como dos niños" del grupo Collage. Cuidado con "Bella sin alma" de Manolo Otero, y mucho más cuidado aún con "Je t´aime moi non plus" de Jane Birkin... Nunca lo dudé: era pecado escuchar esa canción; bailarla era una bendición.

Se trataba de, mirando el reloj, saber que se acercaba el cambio de música. Entonces, había que localizar a la chica para no correr el riesgo de que nadie se adelantara. Acercarse y preguntar: "¿Bailas?". Lo juro. Solo con ver la cara de ella (cuando se veía), ya sabías si el baile iba a ser fructífero o no. Después, todo pasaba por arrimar la cara, y si ella también la arrimaba, entonces todo era cuestión de "apretar" un poco. Todo ello, y necesito que los más jóvenes me creáis, envuelto en un halo de nervios, emoción, ilusión y de verdad, mucha candidez. Tengo un recuerdo muy agradable de aquellos momentos.

A partir de ahí, lo siguiente era "echarse novia", intentar alejarse lo menos posible de los amigotes, días de cine, de pipas y de paseos. Hacernos mayores. Pero éramos muy felices. El resto, ya lo conocéis. Mi maravilloso ídolo Joaquín Sabina, acabaría esta entrega con su frase: "algunos matrimonios acaban bien; otros duran toda la vida..." Puro sarcasmo de hoy en día. Pero aquello... aquello... era distinto.

¡Que se va la leche!

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LecheroY se iba. Cuando éramos niños, la leche no venía en brick, ni en botella, sino que llegaba a casa a granel y la traía el lechero. Luego había que hervirla, y siempre "se iba". La bronca era irremediable por dejar que la leche "se fuera".

Cuando éramos niños, había algunos personajes que eran... "como de la familia". Exactamente así. Y uno de ellos era el lechero. Llegaba todos los días a la misma hora, eso sí: excepto los domingos. Y sin quererlo se convertía en el despertador de la familia porque había que abrirle la puerta, y acercarle el cacharro para que nos dejara la medida estándar de nuestro consumo diario.

Resultado de comprar la leche al señor lechero, además de su calidad, era el disponer siempre en la nevera de una tacita con "las natas". Aquellas natas daban mucho juego; desde los bizcochos que hacían nuestras madres o los bocadillos donde las arreglábamos con azúcar, hasta vestir de auténtico lujo a las fresas (a aquellas fresas de entonces irrepetibles ahora), y sobre todo los ataques furtivos de nuestro dedo índice a escondidas y en voz baja...

Si la leche en su momento de ponerla a hervir se agarraba, el gusto a quemado se repartía de forma discrepante entre los miembros de la familia: para algunos se convertía en imposible de ser ingerida y para otros ese gusto resquemado mejoraba de largo el grato, cálido y agradable sabor del arroz con leche.

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Undécimo poder

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Bloque

En nuestra evoluión de chavales, vimos cómo diversos intereses se nos iban aparejando para hacernos sentir cada vez más mayores. Se ponían a nuestro lado, caminaban a nuestro mismo paso, y se incorporaban a nuestro mundo con la misma fuerza que nuestra barba.

Estos intereses compartían muchas circunstancias. Nunca nos importaron; aparecieron de pronto y nos sorprendieron; aunque nos resistimos a ellos, al final triunfaban, y se convertían en lo más importante de nuestras vidas. En realidad no era así. Simplemente se convertían en lo más importante de aquel momento. Nuestras vidas eran otra cosa.

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Qué buenos son... que nos llevan de excursión

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CasanovaPara ser conductor de primera...

No todo iba a ser sufrir en el colegio. Algunas veces, hasta nos llevaban de excursión. Y la víspera no dormíamos. Aquello era de las mejores cosas que nos podían suceder, aunque nos llevaran a Villacarriedo. Pero aquello era un compendio de actividades extraordinarias, que sucedían muy pocas veces, y que alrededor de la excursión pasaban todas en el mismo día. Montar en autobús, preparar la comida y la mochila, comer fuera de casa (aunque ese "fuera" solamente guarde correspondencia con el mero espacio físico a la intemperie), ocupar el día entero, conocer sitios nuevos... Aunque ir de excursión no siempre significaba ir lejos, ni en autobús, porque en aquellos años, íbamos de excursión al malecón; si, si... ¡donde el campo de fútbol! Y para eso, preparábamos merienda (bueno, merienda... pan con chocolate).

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Hace a los niños gigantes

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Yogur
Fue el guiño de los productos lácteos a las nuevas generaciones. "La Leche Collantes, hace a los niños gigantes".

Lo prometí en la entrega de Diciembre, y aquí estamos. Después de ver que es lo "que había", ahora vamos a reflexionar sobre "lo que no había"; y lo que no había era mucho.

Dicen que estas generaciones son mucho más altas que lo que éramos nosotros, y la creencia popular opina, sin duda, que los yogures han sido quienes lo han fomentado. De ahí el motivo de la foto que ilustra la entrega. A lo más que llegamos, fue a oír que existía un electrodoméstico que se llamaba "yogurtera", pero que a mi casa no llegó. Tampoco me importa. No soy un fanático de los yogures, por un argumento tan fácil, como que se pueden comer caducados (dice el ministro), y es que el yogurt es ya un producto caducado, porque para mí, es leche... "estropeada"... Comparto muchas cosas con D. Carlos Herrera, pero el poco cariño hacia los yogures, es una de ellas.

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De Don Demetrio a Míster Lincoln (Con escala en el Puerto de Santander)

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InstitutoBesayaHaré un esfuerzo.

Si te preguntaran cuál es la diferencia de tu época de estudiante, con tu madurez de 50 años cuando estás delante de un papel, la respuesta sería sin duda que "entonces" te faltaban contenidos para cumplir con la extensión que tu profesor esperaba, y ahora te sobran contenidos para cumplir con la limitación de papel que te impone quien te invita a colaborar...

Esa es la diferencia. Cuando llegas a los cincuenta años, te das cuenta de que has llenado la mochila de vivencias, de experiencias, de conocimiento, de errores, de éxitos, de fracasos, de vitaminas del día a día.

De eso voy a escribir; de cómo llené mi mochila, y de qué cosas me dio en Instituto Besaya entre el año 1976 y 1980. Agradezco a Fernando Palacio la posibilidad de colaborar en la revista del centro con esta humilde aportación, y agradezco que haya depositado su confianza en mí para intentar plasmar en un papel, cómo considero yo que el Instituto Besaya influyó en mi vida profesional, y por supuesto en mi vida privada.

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Porque son Magos...

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Reyes
¿Cómo es posible que entren en todas las casas del mundo en una noche? Y nada... que no me puedo dormir...

Puestos a escribir de nostalgia de nuestra infancia, la Noche de Reyes se tiene que llevar la palma; sin duda.

Nunca llegaba el día, y además, cuando llegaba se marchaba muy rápido. Había que volver al "cole". La Noche de Reyes es sin duda una noche mágica llena de sensaciones tan intensas, que aunque los años las vayan borrando, algunas siempre permanecen. La mía era y sigue siendo, la de asomarme a la ventana y pensar que en todas las casas está sucediendo algo mágico.

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El colegio de los curas

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ColegioLaPazEstudiar en el Colegio de la Paz es cosa del nuevo siglo. En nuestra época, quienes cursamos estudios en el Colegio de La Paz, lo hacíamos en el Colegio de "Los Curas" o simplemente en "Los Curas". Si además lo hiciste en el "Colegio Viejo", entonces eras un alumno realmente ejemplar; al margen de tu expediente.

Yo no. No conocí el colegio antiguo, salvo por las referencias de mis hermanos y algunas fotografías de esas que con un apunte de tinta corrida, un maldito doblez encima de la pertinente anotación del año escolar, o una esquina quemada, nos trae de vez en cuando a la memoria un periodo de tiempo tan especial como aquel en que fuimos al colegio.

Empezar el día "haciendo fila", después de "alinearse" para que las distancias fueran correctas entre cada alumno, y ese respeto tácito a las estaturas, nos daban un aporte de disciplina luterana, sobre la que leí el otro día parece ser se sustenta el éxito de la enseñanza pública y modélica de Finlandia. Quizá actualmente debiéramos recuperar algo de aquello, y especialmente el respeto a los profesores que entonces era absolutamente férreo.

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¡ Dale a la zambomba y dale al almirez !

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NavidadVictor
Podría haberme acogido al maldito tópico de que no me gusta la Navidad y haberme "escaqueado" de escribir esta entrega. Pero... (ojo a la contundencia)... ¡ No me da la gana ! Y no me da la gana porque a mi, la Navidad, me encanta.

Reconozco que hay momentos en la vida en que la Navidad es maravillosa, y otros en que realmente es una temporada muy dura. Desde esta sección, y por primera vez, haré una dedicatoria muy especial para todos aquellos lectores que me siguen, y que lo estén pasando mal; no solo por la pérdida de personas queridas, sino también por los tiempos difíciles que algunas familias viven. En mis ansias de positividad, os pediría a los que las cosas os marchan bien, que os acordéis de quien cerca de vosotros pueda necesitar algo, y a los que estáis viviendo problemas, que os deis cuenta de la generosidad de los que os rodean y al menos disfrutéis de ella.

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Comercio con encanto

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CaballonSon los de toda la vida... Comercios "con encanto" o comercios encantadores.

Encantador era para los niños aquel "caballón" que vestía el alto escaparate de la guarnicionería de Recalde. Era un recurso fantástico para mi abuelo llevarme a ver aquel caballo que por muy disecado que estuviera, tenía vida, porque sus ojos eran de verdad por mucho de que nos quisieran convencer de que no era así.

Eran comercios que conseguían que las familias se pararan en sus escaparates en un alarde de marketing de otras décadas. En la calle ancha, había un escaparate lleno de pollitos que se hacinaban entre virutas de madera. Calentitos, blandos, suaves... a la luz de un bombilla roja de la que podíamos percibir el calor desde la calle.

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¡ Me come los hígados !

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Higado
Esta entrega tendrá dos partes. La primera he optado por llamarla "¡Me come los higados!" y la siguiente se llamará "Hace a los niños gigantes".

Y os preguntaréis a qué viene esto, ¿verdad? Fácil de entender; yo os lo explico. Hoy hablaremos de qué comíamos; vamos... de qué es lo que había. En la próxima, hablaremos de qué es lo que no había...

He ilustrado la entrega, como siempre, con una fotografía: un filete de hígado con patatas. Este era quizá el caballo de batalla de la época. Sin embargo, a mí me gustaba, y me sigue gustando. El filete de hígado es la cruel prueba de como nos hemos esclavizado de los endocrinos, nutricionistas, y demás doctos cuidadores de organismos. Antes era un alimento rico que aportaba mucho hierro y era fundamental para nuestro crecimiento (vamos, como si en vez de rodillas tuviéramos bisagras, o como si fuera verdad que a alguno le faltaba un tornillo). Ahora es "puro colesterol"; vamos, que solo con mirarlo tu ateroesclerosis es galopante sin haber herrado el equino (con el hierro del hígado de los sesenta...)
.
Había filetes pero de los que llamaban "de contra", que eran más baratos. Y por encima de todo había legumbres. De todos los tipos y tamaños. También había patatas: en salsa verde, con arroz, con chorizo, con carne "de aguja"... Entonces las había con puerros y un poco de bacalao, y no nos gustaba nada. Ahora, se llama "porrusalda" y es un manjar propio de los mejores txokos del ensanche bilbaíno. Las que se cocían con chorizo, ahora se llaman "patatas a la riojana" y son la gran delicia gastronómica de la más atractiva Rioja. Cambian los tiempos, y los paladares.

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¡Una de rabas!

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Rabas¡Camarero! ... ¡Una de rabas!

¡Qué frase más fantástica! Familia, domingo, sol, ambiente... Broche de la mañana festiva ideal. Sin duda, las rabas constituían nuestro vínculo infantil con el mundo de "la otra vida", la que es más cara, la de los "vividores". Las rabas eran un lujo. No eran para todos los días y ni tan siquiera para todos los domingos.

Tenían dos funciones. La primera y puramente gastronómica de hacernos disfrutar de un manjar de Dioses. La segunda, conseguir que aprendiéramos a dividir sin quererlo. Y es que era sin duda, antes de posar el plato, cuando los niños ya sabíamos a cuántas tocaba cada uno. Disculpen, pero ignoro el mecanismo cerebral, psicológico o patológico, que permitía ese proceso cognitivo.

Yo destacaría por encima de todas las del casino de Solvay, en Barreda. Junto a estas, y sin duda, las del Bar Central y Las Ruedas. Cualquiera de las tres en la línea de "enfundado" más que de rebozado en harina. Ese enfundado, bien manejado, aporta un nivel de "aceitillo" que provoca el olvido instantáneo de cualquier problema de colesterol, por muy reciente que se haya producido la detección. Un recuerdo a las "rabas de tierra" de Las Ruedas a las que los maestros de Mastercheff han dado en llamar "témpura tibia de pigmentum patronis".

De entre las rebozadas yo destacaría las del Bar Torrelavega, y especialmente por la textura del cefalópodo. Dicen los expertos, que el amigo Santa las deja reposar en leche y de ahí su suavidad, compostura y humildad maternal.

Las rabas constituyen el aperitivo que mejor se anuncia. Para percibir el olor a rabas, no hace falta ni acercarse. Solo hace falta que sea domingo por la mañana y que haga sol. Esa es su mayor virtud. Su peor defecto: siempre son pocas.

Otro grupo importante de aperitivos de nuestra infancia lo constituyen los encurtidos, y entre ellos las aceitunas. No eres niño, si no te gustan las aceitunas. Pensemos en sus procesos de sofisticación que se iniciaron quitándolas el hueso. Posteriormente las rellenaron. Y hoy en día, no son nada si no han sido convenientemente aliñadas con ajo, cebolla, comino, perejil... al más puro estilo español.

La aceituna siempre buscó compañeros de viaje: guindillas y anchoas para convertirse en "gildas" como las del Cabrero y el Chema. Pepinillo, pedacito de guindilla, cebolleta y pimiento rojo, para convertirse en "torera", como las de Las Picas, y para seguir con la esencia española. ¿Será verdad que el título de "Gilda" proviene del personaje de Rita Hayworth, o en su esencia española provendrá de Las Hermanas Gilda del Gran Vázquez? Una cosa es cierta: y es que la aceituna que se precia, se apellida "La Española", y además, es sin duda una aceituna como ninguna...

El paso de los años, nos llevó a la sofisticación máxima, y ahí nacieron los más que famosos "canapés del Urbanos" de los que ya hemos hablado en anteriores entregas. Perfecta estética de orden, color y contraste. Difícil elección, y peor contención... Todos, en algún momento de nuestra vida, hemos dicho esa famosa frase: "...un día, voy a coger mil pesetas, y me voy a comer todos los canapés de los que sea capaz...". Eso era cuando estábamos en nuestro peso, y por supuesto, cuando mil pesetas eran mil pesetas.

Fue una saga la que los confeccionaba mañana tras mañana. Eran y son los canapés del insomnio porque nunca duermen. Son como el buen pan: ¡siempre del día!. Cada mañana el mismo esmero, el mismo cariño, el amor por las cosas bien hechas. Sin cariño, sin esmero y sin amor, sería imposible conseguir esa sinfonía de orden, color y sabores.

Es curioso la cantidad de veces que recurrimos al término "esmero" cuando hablamos con nostalgia de las cosas que recordamos. Dice el Diccionario de la RAE que el esmero es el "sumo cuidado y atención diligente en hacer las cosas con perfección"... Casi nada hoy en día, donde solo se habla de productividad, competitividad, rentabilidad... Nosotros, hablamos, escribimos, leemos y evocamos la nostalgia e ineludiblemente al "esmero" de aquellos años, de aquellos bares, de aquellas sagas...

Uno más

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600

Siempre pensamos que "ser uno más de la familia" era una frase de las que se llaman "hechas" y que era aplicable a todos aquellos que nos rodeaban en la vida cotidiana de nuestras familias, como una asistenta, el portero de casa, un primo aventajado, o nuestro perro. Pero hace años, había otro ser que aún perteneciendo al género inanimado, formaba parte de nuestra familia. Y ese era nuestro coche.

No me preguntéis por qué era así, y solo pensad en la tristeza que producía cambiar de coche y dejarlo allá donde se pactó su cambio de titularidad, ya fuera un desguace, un concesionario, o la casa de su próximo e indigno nuevo dueño. A sensu contrario, no os perdáis recordar el efecto que producía volver a verlo por la calle después de haber sido sustituido por un "último modelo". Casi, casi, era como el retorno del emigrante que faltó cuarenta y siete años de su pueblo. Curioso. Sin duda.

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A tomar el blanco...

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CabreroTan Importante para un torrelaveguense es haber nacido en Torrelavega, como "tomar el blanco". En otros sitios se llama "tomar el vermut" o "tomar el aperitivo", pero en Torrelavega, la tradición, el arraigo y lo realmente importante para fomentar la amistad, es "tomar el blanco". Aunque tomes otra cosa.

Servidor tiene el orgullo de haber nacido en Bilbao, pero su arraigo torrelaveguense le obliga a buscar una justificación documental suficiente para ostentar la condición de torrelaveguense, y esa condición no es otra que su afición persistente, constante y perseverante en cumplir con este rito. Esperar que llegue el sábado, que dé la una en el reloj, y acercarse al Chema, al Cabrero... eso es... ¡lo mejor de la semana!.

Siempre he defendido que al contrario que opinan algunos, Torrelavega tiene las ventajas de una ciudad (casi, casi, es como Guasintón, tiene iglesia, casa de citas y frontón...), y las ventajas de un pueblo, y a la hora de "tomar el blanco" es esa la ventaja que tienes: salgas cuando salgas, vayas donde vayas o haga el tiempo que haga, siempre vas a encontrar alguien con quien "tomar el blanco". Si además, lo que encuentras y a quien te unes es más o menos una cuadrilla, echa la cuenta que te darán las cinco. Después, y sin remedio, una siesta pastosa hasta la hora de irse a la cama.

De esta forma, los bares de Torrelavega siempre se clasificaron por su blanco. Fueron y son locales de culto a los Blancos de la Nava, el Cabrero, el Chema y el Escudo por excelencia. El Veracruz, el antiguo Udías, el Gimnástica, el Fin de Campuzano y el Portugal, por tradición e historia. Blancos de la Nava, vinos humildes que reposados en una buena solera, se convierten irremisiblemente en "Blanco de Solera", adquiriendo no solo aromas de tradición y madera, sino categoría de vino de sumiller. Sin quererlo, en silencio, y con mucho arraigo. Porque hay veces en las que los torrelaveguenses pensamos que hay que ser de Torrelavega para entender ese vino; para entender esa sucesión de conceptos como humildad, tradición, arraigo y SOLERA.

Cabezón dicen que es; y lo es. Que parece que raspa; y raspa. Que es seco, que no es afrutado, que no es fresco, que parece que está remontado... Va, va, va... es el Blanco de Torrelavega, y si eres de Torrelavega, ese es tu vino por la mañana. ¿O no?.

Y durante años fuimos capaces de beberlo "a pelo". Las tapas son inventos nuevos. Casi, casi del siglo XXI. Otra cosa era "picar algo" a la hora del blanco, pero ese apartado de canapés, rabas o patatas fritas, lo dejaremos para otra entrega, porque se lo merecen.

Comparten arraigo, horario y apellido, los vermuts también "de solera". Una mención especial para los zurracapotes del Davalillo, hoy "La Claraboya" de Morillo.

Marcaron una época las "manzanillas" que desde la ribera del Guadalquivir se instalaron hace treinta años, en la zona del Bar Central, Izaskum o Urbanos. Eso sí, por la tarde, a última hora. Torrelavega siempre gestionando originalidad y rompiendo ortodoxias. Si un buen gaditano se hubiera llegado a enterar del horario en que su manzanilla triunfaba en Torrelavega, probablemente nos hubieran desheredado de por vida.

Pero siempre nos acordamos en estas entregas, de cuando... "éramos pequeños"... Pues bien: ¡cómo no vamos a hablar del mosto! Maravilloso, fresco, dulce, siempre escaso... ¿a que sí? Libre de alcohol, ideal para los niños, para las niñas, y para las mamás del siglo pasado. Con su rodaja de naranja, con su guinda, o con dos: una verde y una roja... como los semáforos. Aquellos mostos y sus colores, se adelantaron sin quererlo, a la máxima que nos c@ntaba Stevie Wonder: "si bebes, no conduzcas".Tan Importante para un torrelaveguense es haber nacido en Torrelavega, como "tomar el blanco". En otros sitios se llama "tomar el vermut" o "tomar el aperitivo", pero en Torrelavega, la tradición, el arraigo y lo realmente importante para fomentar la amistad, es "tomar el blanco". Aunque tomes otra cosa.

Servidor tiene el orgullo de haber nacido en Bilbao, pero su arraigo torrelaveguense le obliga a buscar una justificación documental suficiente para ostentar la condición de torrelaveguense, y esa condición no es otra que su afición persistente, constante y perseverante en cumplir con este rito. Esperar que llegue el sábado, que dé la una en el reloj, y acercarse al Chema, al Cabrero... eso es... ¡lo mejor de la semana!.

Siempre he defendido que al contrario que opinan algunos, Torrelavega tiene las ventajas de una ciudad (casi, casi, es como Guasintón, tiene iglesia, casa de citas y frontón...), y las ventajas de un pueblo, y a la hora de "tomar el blanco" es esa la ventaja que tienes: salgas cuando salgas, vayas donde vayas o haga el tiempo que haga, siempre vas a encontrar alguien con quien "tomar el blanco". Si además, lo que encuentras y a quien te unes es más o menos una cuadrilla, echa la cuenta que te darán las cinco. Después, y sin remedio, una siesta pastosa hasta la hora de irse a la cama.

De esta forma, los bares de Torrelavega siempre se clasificaron por su blanco. Fueron y son locales de culto a los Blancos de la Nava, el Cabrero, el Chema y el Escudo por excelencia. El Veracruz, el antiguo Udías, el Gimnástica, el Fin de Campuzano y el Portugal, por tradición e historia. Blancos de la Nava, vinos humildes que reposados en una buena solera, se convierten irremisiblemente en "Blanco de Solera", adquiriendo no solo aromas de tradición y madera, sino categoría de vino de sumiller. Sin quererlo, en silencio, y con mucho arraigo. Porque hay veces en las que los torrelaveguenses pensamos que hay que ser de Torrelavega para entender ese vino; para entender esa sucesión de conceptos como humildad, tradición, arraigo y SOLERA.

Cabezón dicen que es; y lo es. Que parece que raspa; y raspa. Que es seco, que no es afrutado, que no es fresco, que parece que está remontado... Va, va, va... es el Blanco de Torrelavega, y si eres de Torrelavega, ese es tu vino por la mañana. ¿O no?.

Y durante años fuimos capaces de beberlo "a pelo". Las tapas son inventos nuevos. Casi, casi del siglo XXI. Otra cosa era "picar algo" a la hora del blanco, pero ese apartado de canapés, rabas o patatas fritas, lo dejaremos para otra entrega, porque se lo merecen.

Comparten arraigo, horario y apellido, los vermuts también "de solera". Una mención especial para los zurracapotes del Davalillo, hoy "La Claraboya" de Morillo.

Marcaron una época las "manzanillas" que desde la ribera del Guadalquivir se instalaron hace treinta años, en la zona del Bar Central, Izaskum o Urbanos. Eso sí, por la tarde, a última hora. Torrelavega siempre gestionando originalidad y rompiendo ortodoxias. Si un buen gaditano se hubiera llegado a enterar del horario en que su manzanilla triunfaba en Torrelavega, probablemente nos hubieran desheredado de por vida.

Pero siempre nos acordamos en estas entregas, de cuando... "éramos pequeños"... Pues bien: ¡cómo no vamos a hablar del mosto! Maravilloso, fresco, dulce, siempre escaso... ¿a que sí? Libre de alcohol, ideal para los niños, para las niñas, y para las mamás del siglo pasado. Con su rodaja de naranja, con su guinda, o con dos: una verde y una roja... como los semáforos. Aquellos mostos y sus colores, se adelantaron sin quererlo, a la máxima que nos c@ntaba Stevie Wonder: "si bebes, no conduzcas".

(Dedicado a mis amigos Tato y Manolín)

Desde la cuna

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SolvayPintura
Cuando un torrelaveguense quiere escribir con nostalgia de sus recuerdos, y ha sido hijo de un empleado de Solvay, necesariamente esos recuerdos deberán rendir homenaje a "La Fábrica".

"La Fábrica". Así se llamaba la empresa en casa de sus empleados, de sus productores, de sus directivos. Para todos, sin distinción, era "La Fábrica". Entonces, ésta cuidaba de todos. Mientras constituía la base de los ingresos de miles de familias en Torrelavega, Solvay albergaba un pequeño Hospital donde se pesaba a los bebés hijos de sus operarios. Después, solo había que crecer. Cuando ya eras niño y dejaste de ser bebé, podías ir a Las Colonias de Solvay. Después, podías jugar en el Club de Ajedrez de Solvay, esquiar en su Club de Montaña, o jugar al Tenis en sus frondosas instalaciones.
Al final, todos teníamos algo que ver con esas actividades que "La Fábrica" ofrecía a su personal y a sus familias.

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Pero... que sean americanos...

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Levis

No éramos todos iguales. Y además, éramos asquerosamente pijos, progres, y horteras.

Y me explico. Después de épocas de postguerra, nuestra generación y quizá aún más alguna anterior pero muy próxima a la nuestra, empezábamos a acomodarnos en una sociedad económicamente más relajada, y como tal, la ropa y la forma de vestirnos comenzaba a tener una cierta preponderancia en nuestra vida. "Una cierta", no. Mucha.

Y ya lo dije en la primera frase de esta entrega: pijos, progres y horteras. Curiosamente, aunque cada uno nos hubiéramos encasillado en alguno de estos tres grupos, todos hemos pasado en algún momento, y en mayor o menor grado, por cada uno de ellos. No es menos cierto, que el grado de consciencia tampoco es el mismo, ya que el que quería ser pijo lo era, el que quería ser progre lo era, pero al hortera le venía impuesto por sus circunstancias. Es decir: nadie es hortera porque quiera serlo, sino más bien y en aquellos años, por una maldita abducción de Tony Manero y las discotecas, en su vida.

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Desde el gallinero

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Cine
Cinco duros...

Veinticinco pesetas era lo que costaba aquella entrada verde, mal cortada y mal impresa, con su número de fila y su número de butaca, y con su fecha puesta con un sello.

Pero encerraba una aventura en la que la pantalla, la oscuridad y las pipas, ayudadas por la linterna del acomodador, te iban a introducir durante hora y media en la mejor de las aventuras. Porque entonces las películas duraban una hora y media, y no como ahora, que duran dos y tres horas, y les sobra todo lo que no sea su hora y media; lo que mandan los cánones.

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¡Enchufa el askar!

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Askar

No se había inventado el "zapping". O mejor dicho: no se habían inventado "los canales" de televisión, y como solo había "la uno" y el "uhf" y en ésta segunda cadena no había anuncios, pues no había "zapping".

Esta circunstancia, hacía que en nuestra infancia que es exactamente cuando "la tele" llegó, los anuncios tuvieran una relevancia significativa de nuestras horas delante de la pequeña pantalla. Nos los sabíamos de memoria, y al contrario que ahora, donde la música de un anuncio se saca de un tema ya existente, entonces era el anuncio el que aportaba la música a nuestro devenir cotidiano. A modo de ejemplo:

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De su profesión un arte...

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Nureyev"Lo importante no es triunfar; es disfrutar"

Anoche oí esta frase en boca de Ferrán Adriá, y me quedé con ella. Me parece, simplemente perfecta, y a quien hoy dedico esta entrega supo hacer de su profesión un arte y un triunfo... disfrutando.

Don Ángel Quintanal, guardia municipal, que no "policía municipal" como se llaman ahora. En su época eran "guardias" por que su función era la de "guardar", con lo que eso conlleva. La casualidad quiso juntar un "Ángel" con un "Guardia", y es que el Señor Quintanal era un ángel de la guarda para los conductores que diariamente tenían que sufrir el cruce de Cuatrocaminos, también llamado de Quebrantada.

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